Mi experiencia con el DMT (y las lecciones aprendidas)

Fumé Xanga (DMT), fue una experiencia muy interesante que me gustaría compartir.

LuisFer
11 min readSep 7, 2021

Ya tenía rato deseando probar esta Planta/’Droga espiritual’, que en comparación con otro tipo de sustancias no te suprime la conciencia. Por ejemplo a diferencia del alcohol tienes pleno uso de razón.

Foto de ROMAN ODINTSOV en Pexels

Por eso las personas se refieren a ella como ‘medicina’ pues sus efectos hacen que se sienta diferente. No me pondré muy técnico en el tema, pero el DMT establece conexiones entre distintas áreas del cerebro que normalmente no se comunican del todo.

Son muchos mitos los que rodean a este tipo de experiencias. Los comentarios van desde viajar a otras dimensiones, conectarte con Dios, morir y renacer, diluir tu ego, etc. Pero no entraré en esos detalles sino que contaré mi experiencia a como lo viví e interpreté.

Personalmente los temas de desarrollo personal, espiritualidad, metafísica y filosofía los había abordado desde la razón, desde lo que puedo estudiar de libros y artículos en la web. Ideas que van desde el eterno retorno, el universo mental, la matrix o creación divina. Estas aproximaciones fueron las que me llevaron al DMT, más allá de una situación personal o algún problema en mi vida o con mi cuerpo. Básicamente quería experimentar y tener una aproximación ontológica y metafísica a través de mis sentidos para contrastarlo.

¿Cómo la conseguí?

Tengo algunos conocidos involucrados en el tema espiritual y en las medicinas alternativas por lo que fue muy natural que me contactaran con Joaquín, un chamán que trabaja en un temazcal y quién me explicó las especificaciones para la ceremonia con la Xanga. La Xanga es una mezcla chamánica que combina cristales de DMT con plantas y yerbas de la selva. Para poder consumirla las indicaciones fueron sencillas: nada de medicamentos psiquiátricos, un ayuno de 3 horas y ninguna ingesta de alcohol 24 horas antes de la ceremonia.

Según Joaquín “La Xanga es muy amorosa y tranquila”. Honestamente escucharlo se me hizo inverosímil. Digo, tengo conocimiento espiritual básico pero mi lado racional se mantiene presente. Total, lo más interesante era lo relacionado a la experiencia.

Una vez listo para iniciar el ritual, comenzó la plática de la medicina. Los temas centrales fueron el amor, abrirse, confiar en la sensación, desapegarse, etc. Básicamente el punto principal fue el dejarse llevar, confiar y no resistirse a “lo que la planta te va a mostrar”.

Antes de iniciar nos dieron rapé y sananga. El rapé es polvo de tabaco molido que se te sopla por la nariz que de acuerdo a él sirve para limpiar las cavidades nazales. El Sananga de igual forma sirve para limpiar los ojos, estas últimas eran gotitas. Ambas ardían, pero igual lo tomé y una vez que el ardor pasó… comenzó lo bueno.

Bajo mi visión, una luz

El chamán tomó el bong y lo puso frente a mi para inhalar. Tenía 5 dosis para la ceremonia, cada dosis con un efecto que dura 15 minutos aproximadamente. Podías tomar un break entre dosis y dosis por lo que el tiempo total estimado de la ceremonia era de dos a tres horas.

Me coloqué el bong, Joaquín encendió el fuego e inhale con todas mis fuerzas según yo para entrar rápido y porque no tenía miedo. Fue un error, no soy fumador y tenía años sin usar un objeto así. Por lo que me invadió fue una tos horrenda que me impidió seguir aunque comencé a sentir que estaba entrando en mi viaje.

Escupía, tosía, tomaba agua y volvía a toser mientras intentaba recuperar la compostura. Una vez que me sentí más relajado con el cuerpo adormecido y un ligero mareo, me recosté. Cerré los ojos y salvo las sensaciones descritas, en realidad no había nada. No veía nada.

Pensé que probablemente necesitaba más o que había fumado de forma incorrecta. En la parte de abajo de mi campo de visión ví una pequeña luz, como una vela, como cuando la luz atraviesa la piel de los párpados. Pero no, nada. Abria los ojos. Los cerraba. Veía las instalaciones del Temazcal y los volvía a cerrar para ver esa pequeña luz.

Tras varios minutos en los que solo estaba recostado llamé a Joaquín para decirle que si era normal. A lo que volvió con el bong y volviendo a fumar entré de forma definitiva.

Knockin' on heavens door!

Coloqué el bong sobre mis labios, inhalé el humo. Una, dos, tres veces. Vi un ligero desface de colores azules y blancos a manera de brillo a mi alrededor, pero cuando cerré los ojos…

Solo le dije a Joaquín “Ya entré” y me recosté.

Ahora viene la cosa más rara y retadora de la explicación por lo que adjuntaré imágenes para que entiendan lo que ví (en mi mente) y lo que sentí (en mi cuerpo).

Al cerrar los ojos ya no había negro. Cuando cierras los ojos ves negro. ¡Vi blanco! Un blanco perfecto sobre muros perfectamente lisos. A diferencia de un sueño o del uso de la imaginación yo era plenamente consciente de todo y a la vez mi consciencia se separó de mi cuerpo. La consciencia seguía muy presente, como cuanto bailas, cantas o tocas un instrumento pero la diferencia era que en la visión mi cuerpo no existía. Era como si mi cabeza fuera un ser mismo dentro de esa visión.

Estaba en una etarna recámara blanca viendo hacia arriba. La recámara me recordó a esa escena de Odisea en el Espacio. Solo que a diferencia de ella aquí no había props y todos los muros eran completamente listos.

Sobre los muros comenzaron a correr patrones de luz de colores como los que se ven en los dedos de la siguiente imagen. Al ver los patrones y las luces cambiantes me recordó a la mano de fátima. Que hasta el momento de la ceremonia desconocía su significado.

No sé cuanto tiempo pasó, la cordura de mi mente nunca se fue. Inclusive en esa recámara eterna que se abría hacia arriba, me preguntaba que estaba pasando. Noté en mi cierta desesperación, a pesar de la visión y de estar ahí me sentía ‘excluido’. Era como ver el reino de los cielos y quedarte afuera.

Kockin’ on heavens door!

Poco a poco los colores se fueron difuminando, haciendo más pequeños hasta que desaparecieron en un negro absoluto.

Volví a mi y miré al chamán para decirle “Quiere decirme algo. Quiere que vaya pero no entiendo que es”.

Eso se me mostró. Pude ver esa cosa ante mi pero aun así había algo que me separaba de ella. No era miedo, falta de dispocisión o alguna emoción negativa. Simplemente lo vi pero no pude ir.

¡Y aunque me llamaba no pude entrar!

El cuerpo y su ritmo

Tomé el bong de nuevo. Inalé lento y largo varias veces hasta que el pecho me ardió. “El cuerpo no me sigue el ritmo” le repetía a Joaquín mientras me miraba con empatía y compasión.

Ese momento fue entrar oración: “¿Qué hago? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué necesito para que te muestres?”

Vi el infierno. Un vórtice. Rojo y negro con la profundidad de un agujero negro.

Abrí los ojos, “Ya entré”.

Al recostarme arriba, un vórtice azul.

Me rendí.

Ya no intenté comprender el significado. Me entregué. Inclusive dejé de hacer uso de mi capacidad de memorizar y de recordar para que me llevara a donde me quisiera llevar. En este punto no tengo recuerdos, como si hubiera renunciado a mi retención mental. Como si hubiera renunciado voluntariamente a lo que soy.

Fui consiencia pura, me dediqué a contemplar ese espectáculo de luces dentro de mi mente, como un video mapping. Me entregué. Me relajé, tanto, tanto. Estaba tan protegido, gosozo y feliz que… ¡Me sentí como un bebé!

Me sorprendí, me reí, disfruté, ¡vi lo pequeño que soy! ¡Lo insignificante y frágil!

Pero no me intimidó sino que en esa inocencia encontré el mayor gozo y seguridad que he sentido en mi vida.

¡Eureka!

Solo tenía que contemplar. No tenía que hacer nada. Fue lo más eterno de la última parte. Volví, miré a Joaquín y le dije “¡ya entendí!”.

Me había disociado de mi mismo. Mi consciencia era una cosa pero Luis Fernando, su mente y su cuerpo eran otra. La eternidad me mostró que esta encarnación es una obra y yo un actor intepretando un personaje. Y eso es la vida, una interpretación mediante la materia y la vida es sostenida por la consciencia.

Y así por primera vez entendí la tesis de la reencarnación. Yo no era ‘yo mismo’. Hoy me toca estar dentro de este cuerpo humano, pero pude haber sido cualquier otro ser vivo.

Tras esa mentalidad esta toda la conciencia.

La Naturaleza

Entendí que la mente es solo una herrmienta humana. Como el olfato para un lobo. O la visión térmica de una serpiente. Tenemos una habilidad que es equivalente a cuaquiera de los animales.

Por eso solo podía contemplar. Porque lo que vi y sentí desbordaba a la razón. Tratar de comprender la realidad con la mente humana es como intentar romper un diamante con los dientes. No se puede, no está hecha para eso. Solo nos sirve para estar en este mundo físico.

Tras esta revelación de ideas me quede reflexionando por varios minutos, caminando por el jardín, pensando y contemplando la naturaleza en su esplendor.

Al regresar me quedé asombrado. Entendí algo más allá de mi mismo, de mi ego y mi cuerpo. Solo me quedé con más dudas. “¿Esto es real? ¿O existe dentro de otro plano? ¿Esa consciencia que sentí era mi alma? ¿El alma existe?”

Les digo, yo me consideraba monista. No creía en el alma y para mi todo se reducía a la materia como base de todo lo que existe… pero no sé. Tras esta experiencia por lo menos lo pongo en duda.

Ver la eternidad desafió mi perspectiva. Fue como constatar la existencia de la matrix. En el inter entre la cuarta inhalada me detuve a pensar “Si ya vi lo que hay más allá ¿Qué es esto que me rodea? ¿Es este mundo real?”

Entendí que era lo etéreo, ahora quería comprender lo terrenal. Mi intuición me dijo que había que hacer el cuarto viaje de pie y con los ojos abiertos.

Fui con el Chamán y una vez más comencé a inhalar. De pie, y caminando como si estuviera ligeramente borracho, me dirigí a una planta. ¡Y senti la planta! ¡Es casi indescriptible! Podría decir que hablé con la planta pero hablar implica una habilidad humana, implica lenguaje y palabras. Esto era diferente, como una conexión que siente completamente a otro ser vivo desde un terreno distinto.

La tierra respiraba. Subía y bajaba. Volvía a respirar.

Continué caminando y vi un gusano subiendo a un árbol. Lo ayudé. Y entendí que su rol es ser un gusano, el mío un hombre. Vi un gato, un gato negro. Lo miré, lo sentí y encontré hostilidad. Me di cuenta que así como hay personas que nos caen bien y personas que no, la naturaleza funciona igual. Hay personalidades, preferencias y sensaciónes entre los seres vivos, cosa que normalmente pasamos por alto, pero ahí están y residen como una parte fundamental de la interacción de la naturaleza.

Regresaba a la zona de la ceremonia y miraba al jardín como si yo fuera un elemento más. Estaba en el Edén y yo era Adán antes de volver a ser expulsado.

Al llegar el Chamán me pregunta “¿Listo? Te queda una”

“Siento que no lo necesito”, le respondí.

Sabía que ya me había mostrado todo lo que me debió mostrar. Sabía que no me mostraría nada más.

Aún así y con el fin de agradecer, tomé la medicina. Me inqué como un caballero siendo bendecido para sentr el elixir en mis pulmones una última vez. La garganta ya no podía pero la mente quería acabarse todo. Cerré los ojos y me acosté.

Esa última vez ya no hubo visiones, no hubo mensajes, solo agradecía por la experiencia y la lección aprendida. Mi cuerpo se relajaba como si se diluyera con el agua del océano. Como si fuera nada y todo a la vez.

Así estuve por varios minutos.

“¿Qué te puedo dar yo? Si ya me mostraste que toda experiencia humana es pequeña y finita. Mi existencia como humano es pequeña. Quisiera darte algo, pero sé que nada se compara con lo que eres. Te podría entregar todo lo que tengo, todo lo que soy y aún así sé que lo que te doy no es nada. ¿Qué le regalas a lo infinito? ¿Qué le das a lo eterno?”

Y aún así, me rendí a él. Me entregé porque a pesar de todo, era lo mínimo que podía hacer y lo máximo que podía ofrecer.

La Reflexión

Si me preguntan… aún no sé qué pasó. No sé si fue alucinación, dopamina, serotonina, ¿adrenalina? No lo sé. No tengo ni la menor idea si esto fue obra de un espíritu o de mi mente. Pero lo que sí sé es que fue real en la medida en que lo sentí a través mis sentidos. En la medida en que mi consciencia y mi ego lo experimentó.

Aún no tengo la respuesta de todo lo que vi. Si fue Dios, pues Dios no habla español. Si fue mi inconsciente, pues al parecer se comunica con colores. O si fue el Todo, el Todo no necesita comunicar solo mostrar.

¿Lo recomendaría? Creo que sí, personalmente no fui con el trauma o con la necesidad de sanar algo. Me considero muy sano psicologícamente, espiritualmente y corporalmente. Y a pesar de mi escepticismo me hizo sentir y vivir teorías e ideas que solo habían estado en mi cabeza como tesis metafísicas y espirituales.

Lo que sí aprendí tras esta experiencia es que la realidad y la espiritualidad se ven ocultas tras un velo que se limita en las prenumbras de nuestro cuerpo y mente.

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